Las descargas no existían. Faltaban casi 20 años para que la música fuera cosa de bits. iTunes ni siquiera era un sueño en la mente de un Steve Jobs que todavía no había inventado el Mac. Nadie soñaba con llevar la música en un bolsillo aunque ese año 1979 Sony lanzó el walkman y comenzamos a saber que para disfrutar música de verdad tenía que poder grabarse y llevarse encima.
España era gris. Jodidamente gris, tozuda y pacata. Pero empezaba a ilusionarse. Sin el Diario Pop de Jesús Ordovás, Chema Rey y Diego Manrique una gran parte de este país no sería lo mismo. Noches en Rock-Ola. En los ochenta llegó la movida y los fanzines, radios piratas y grupos donde todo el mundo aporreaba instrumentos hasta aprender o dejarlo. Niñas de provincias venían a vivir en un Chagall y se quedaban en un piso promiscuo.
30 años. Radio 3 está ahora en internet. Sus locutores escriben blogs y los podcast de sus programas se pueden descargar desde su web o desde iTunes para oírlos cuándo y como quieras en tu mp3 o tu móvil.
Pero sigue siendo una cadena, con programación y locutores. Está lejos de los nuevos servicios de streaming donde se puede oír música en tu ordenador a discreción y gratuitamente. Y también del P2P y de las radios con recomendaciones sociales por internet. A diferencia de las que analizan tus gustos con un algoritmo programan música de oír o cambiar de emisora.
La radio es otra. Si los inicios de Radio 3 coincidieron con el punk, la new wave y la explosión de la música independiente ahora convive con MySpace y las webs donde los músicos puedes distribuir su música directamente. ¿Necesitamos la radio y sus voces?
Decía Sam Shepard que conoció a un guitarrista que le gustaba el sonido de la radio. La radio era su amiga no por la música, sino por su voz. Las voces de la radio cambian cuando puedes compartir música con tus amigos en internet. Algunas nos expulsan a muchos del país de la radio en busca de otros sonidos y nuevas voces.
Columna en Vocento y otros medios