Slavoj Zizek, como Lacan, afirma que "el paso del animal al humano se produce cuando el animal tiene problemas para saber qué hacer con sus excrementos".
Y yo estoy completamente de acuerdo. El horror, la vergüenza y el cinismo de nuestra propia mierda nos diferencian. No sólo de los animales, también entre culturas.
Hay culturas de mierda porque nunca se atreven a tocar su detritus con las manos y el pensamiento. Otras prefieren embadurnarse en sus excrementos para que todo lo demás les importe una mierda.
Don DeLillo lo dejó dicho en Submundo, lo real contaminado de terror nuclear y humano. De puto miedo.
A Zizek le han dado el premio de pensamiento y humanidades de la Fundación Cristóbal Gabarrón. Merecido, muy merecido. Hace falta hoy quien todavía defienda que "ser totalmente explícito es el modo más astuto y efectivo de engañar al otro" (santa verdad de la economía de la atención). A los otros, no a ese gran Otro lacaniano, el real simbólico que estructura nuestra vida.
El gran Otro es hoy el ciberespacio y la cultura de la convergencia. Lo real real es tan horrible para nosotros, débiles ciborgs sentimentaloides, que sólo la narrativa individual y social de la web nos puede salvar.
Pero el interfaz puede dejar nuestra vida en suspenso. Atrapada en el presente continuo de Matrix y la asincronía de la larga cola cibernética. O simplemente colgados, como cuando el subidón no baja.
Seguimos alucinando como los Grateful Dead, pero Zizek se ha puesto como tarea tirotearnos con problemas. Un gesto socrático y punk.
El filósofo no para de alertarnos contra los falsos progresistas; contra el secuestro de la democracia por los nuevos tecnócratas y la política para consumidores, no para ciudadanos; contra los criminales legales, amparados en el poder de las leyes y su superación por la fuerza de las potencias internacionales, contra la democracia como interfaz....
"La realidad virtual no imita la realidad, la simula a base de generar una semblanza de realidad". Es la condena de la Web 2.0 pronunciada por Zizek. Ecos de Sherry Turkle y de Jean Baudrillard, que en La ilusión vital (la frontera amenazada de Zizek), nos alerta contra la falsa superación de la muerte y el sexo: la liberación de la carne convertida en condena eterna.
Hacen falta basureros como Slavoj Zizek para que sigamos sintiendo el horror de lo Real, como Marlow en El corazón de las tinieblas.
Slavoj Zizek en Periodistas 21