El horror desatado por la guerra contra el terror, Abu Ghraib, Guantánamo, vuelos de la CIA, etc. se vuelve contra la democracia. Slavoj Zizek denuncia en un artículo la normalización de la tortura y se pregunta si queremos volver a los autos de fe y al cadalso público.
Las excepciones. Cuando se aceptan las excepciones en la justicia y la moral, por mor de la urgencia y la necesidad antiterrorista, entonces el terror ha ganado.
Lo ha descubierto Khalid Sheikh Mohammed. Al declararse responsable del 11-S y de otros intentos de atentados contra Estados Unidos sale del oprobio de Guantánamo escupiendo miedo a sus torturadores, aterrorizando de nuevo a la población y riéndose de sus captores.
La estupidez de los torturadores es tan grande como su crueldad.
Y la aceptación de los abusos en nombre de la justicia y la democracia no hacen sino erosionar uno de los "mayores logros de la civilización, el desarrollo de nuestra espontánea sensibilidad moral", como dice Zizej. Una dura costra inmoral recubre nuestro espíritu para invalidar el imperio de la ley.
¿Cómo juzgar como asesinos, criminales legales, a quienes han sido tratados tan ilegalmente?
"La guerra contra el terror ha convertido a una parte de nosotros en nuestro enemigo y a una parte de nuestro enemigo en nosotros mismos", como reflexiona el historiador Niall Ferguson.