Granta no se equivoca. Haciendo listas es casi infalible. Lo confieso: soy un fan. Desde los novísimos y los postnovísimos nuestros hasta estas listas inacabables de Granta que te obligan a leer como un condenado (menos mal que el infierno todavía existe, caro Dante).
La primera me llegó tarde. Por entonces ya había descubierto a Paul Auster y a Susan Sontag.
La lista del 7 sobre los jóvenes novelistas británicos fue un chute de lo más adictivo.
Y colgado hasta hoy.
Martin Amis, Ian McEwan, Salman Rushdie, Kazuo Ishiguro, Julian Barnes... Las pastas amarillas de Anagrama reflejadas en los ojos fundidos por la luz de la mesilla de noche.
E inmediatamente el realismo sucio con Richard Ford y Tobias Wolff, leídos con la resaca áspera de Raymond Carver, que sigue.
Más tarde Jeffrey Eugenides, guiño imprescindible (pon un disco de Air, aunque no sea Las vírgenes suicidas).
Hanif Kureishi también estuvo en las listas, claro. La new wave no sería lo mismo sin él. Posiblemente yo tampoco.
Entre los más jóvenes, más jóvenes ya que yo, Hari Kunzru (.exe) y la primera Zadie Smith me llegaron cuando los esperaba.
Listas. Una mierda. A leer otra vez con los ojos parpadeantes de un ciborg OCR. Ya puestos, con todos los libros digitalizados por la gracia candy business de Google hasta el fin del mundo.