Y dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y mande en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra".
Estas palabras del Génesis representan para muchos el título de propiedad del hombre sobre el resto de la vida en la Tierra.
Pero el miedo al cambio climático y a un planeta enfermo ha llegado al Papa Benedicto XVI.
La tiara papal se ha teñido de verde para evangelizar a los responsables políticos sobre la necesidad de respetar la Tierra y la vida.
Benedicto XVI está dispuesto a admonizar al George W. Bush sobre los peligros del cambio climático y el calentamiento global ahora que el presidente norteamericano ha emprendido una cruzada por el biofuel de etanol de maíz.
Seguramente Bush le dirá al Papa que ha cambiado, que ya no quiere ser el defensor del petróleo. Pero el pontífice deberá escuchar a Fidel Castro y su denuncia contra el biofuel. Una amenaza teñida de verde que resta recursos alimenticios a una gran parte de la humanidad.
Por una vez Castro y The Economist están de acuerdo. El biofuel defendido por Bush "no es barato ni ecológico".
Pero detalles al margen, quizá el manto verde del Papa enderece esa interpretación radical del humanismo cristiano denunciada por James Lovelock en su larga defensa de Gaia.
Debemos dejar de ser imperialistas ecológicos para preservar la vida en la Tierra. La primera, la nuestra. Quizá para el Papa y los cristianos ese mandato de preservar la vida en la Tierra pueda llegar a ser tan importante como el que impulsa a la iglesia en la defensa de la vida humana.
Y quizá entonces los primeros días del Génesis sean tan importantes como aquel cuando el creador hizo al hombre a su imagen y semejanza.