¡Qué mala hostia tiene la pobreza! Antonio Gamoneda aprovechó su discurso de Premio Cervantes para elogiar la literatura nacida de la pobreza y recordar ante los fastos de España a los otros seres humanos. A los que no llega el estado del bienestar y se aferran a cayucos, a visados de turista y a bajos de camiones para construir su historia.
Desnúdate en mis manos, dijo hace tiempo este leonés asturiano. También la literatura necesita pobreza en tiempos de la economía de la atención. Desnudarse de tanto empacho, de estilo y de trama.
El repique del poeta viene bien el Día del Libro, día de adquisiciones, día de tantos títulos indigestos en los estantes.
"Bien pudo Cervantes concebir su obra como un irónico y melancólico artefacto, beligerante frente al palabrerío y la imaginería vacua", aventura Gamoneda.
¡Hace falta otro cervantes para las letras empalagosas de hoy!
Quizá le falte a España esa belleza de la pobreza que viene de lejos. Como en la literatura norteamericana de apellidos no WASP, como en la británica de piel cetrina de los últimos años, como en la francesa que reinvindica otra francofonía.
La mirada pobre de las palabras inmigrantes quizá nos salven de tanto goloso indigesto.
... herido
de transparencia, mi
corazón se oculta en la belleza