La obra del Estudio FAM para honrar a las víctimas del 11-M es un gigantesco panteón de la simulación de la memoria. El recuerdo cristalizado.
Por si la memoria de los ciudadanos y sus frases, sus recuerdos, tan vivos, expresados en esas frases y manos blancas de Más Cercanos se pierden, los creadores del monumento convierten sus palabras en cristal y efte, el material donde se han grabado los nombres de las víctimas y su vacío.
Vacío azul, han llamado a esa cámara de luz, tan deudora del interior de las pirámides o de los mausoleos. Pero con luz posmoderna.
Simulacro del recuerdo.
La memoria no está en las camas ni en las habitaciones, dijo Thomas Pynchon, sino en quienes las habitan. La memoria de aquella tragedia vivía en esa pantalla de Atocha donde plantar tu mano digital y escribir tu recuerdo.
El diseño de la escultura nació "de la expresión y del sentimiento común de la sociedad española" hasta lograr que los mensajes "permanezcan allí para siempre de alguna manera", ha explicado Mauro Gil-Fournier, uno de los arquitectos junto a Esaú Acosta, Raquel Buj, Pedro Colón de Carvajal y Miguel Jaenicke.
La nostalgia viva de los muertos petrificada en medio del tráfico de Atocha. El monumento desconfía de la memoria y el compromiso de los vivos.
Escribiste y sentiste tu mensaje. Ahora esas más de 107.000 manos sujetan esa luz de cristal mientras en el juicio del 11-M el dolor revive y la conspiración se desvanece. A pesar de quienes también la intentan cristalizar en otro vacío.
P21 | Un altar virtual y cívico para el 11-M