Thursday, November 17, 2011

Contra la telebasura

Bastó un disparo. Un grito de protesta replicado miles de veces en las redes sociales y La Noria se quedó sin anunciantes dos semanas después. Rebelión contra la telebasura de espectadores hastiados de lo que otros ven. Marcas que descubren a destiempo la burda planificación de sus campañas y la mancha de la mala imagen que se les pega a la busca de audiencia. La telebasura expuesta y desvelada, como decía el filósofo Gustavo Bueno: la telerrealidad nos devuelve la basura de la propia sociedad. La rebelión contra la telebasura y la pronta retirada de los anuncios refleja la imagen deformada de una televisión y una publicidad amorales.

La Noria es basura. Puro sensacionalismo donde sólo el dinero es verdad. Dinero para producir el programa, sus aires justicieros, la banda de linchamiento de sus gritones contertulios. Dinero para confesiones forzadas, criminales o faranduleras. La narrativa de la mierda camuflada con el glamour del prime time. Rentabilidad de audiencia con bajo coste: su dinero no paga el coste de la programación de calidad.

¿Nadie se dio cuenta antes? ¿No sabían los anunciantes dónde se veían sus spots o no les importaba? ¿Basta ya de tanta basura? La audiencia de televisión se divide en tragones y gourmets. Los primeros, los agotados del trabajo, los cansados para hablar, las parejas y familias sin nada que decirse, los cotillas, los que huyen con la telebasura de su vida de mierda aseguran share y GRPs. Negocio para unos, entretenimiento para otros.

Pero el dinero es timorato e hipócrita. Con el grito se asusta. Los ejecutivos se espantan, reclaman a las agencias y a las centrales de medios. Huyen del ojo crítico y acusador.

Como La Noria hay muchas horas de telebasura, desvergonzada o camuflada. Ahí sigue, desvelando que la videocracia la elegimos todos, votamos cada minuto. ¿Es la hora de la audiencia crítica? Podría, pero la escandalera más bien suena a una pequeña terapia que no hará otra televisión. Sólo un paréntesis para purgar nuestros remordimientos. El prime time nos perdone.

Columna en los diarios de Vocento