La crisis arrecia sobre las televisiones públicas. RTVE vive en la inestabilidad con un presidente cada mes y una financiación precaria. Las autonómicas pierden audiencia y publicidad y multiplican sus pérdidas. Con la mayoría del poder autonómico en manos del PP y CiU empeñada en recortes en los servicios públicos, la situación de las cadenas públicas vuelve a ser insostenible. Mientras Gobierno y Comunidades disputan quién aprieta más sus finanzas, la falta de consenso político vuelve a bloquear la solución a un modelo insostenible. Una gran burbuja producto de la ambición política.
En 2010 las televisiones públicas costaron 2.013 millones de euros a los españoles, 2.288,85 millones con la radio. Tras la pérdida de casi 500 millones de facturación publicitaria de TVE, las autonómicas solo recaudaron 247,5 millones (datos de la CMT), muy por debajo de su coste. La deuda de las autonómicas sigue engordando y los seis primeros meses de 2011 aumentan el desastre. Solo 116 millones de facturación publicitaria, un 21,9% menos que el año pasado y muy lejos de la caída media del 5,4% de las televisiones nacionales en abierto (cifras de Infoadex), con unos ingresos de 1.069 millones de euros.
El PP insiste en enviar mensajes por una privatización no permitida por la ley mientras bloquea RTVE y recupera a periodistas de cabecera para controlar un instrumento de propaganda cada vez menos eficiente. La audiencia de las autonómicas baja del 10% y solo en Cataluña, Galicia y Andalucía supera esa cuota. Telemadrid o la valenciana Canal 9 caen al 6% y el canal principal de ETB alcanza el 7,7%. El sector anuncia el hundimiento de la producción de programas para esos canales, que revenden derechos adquiridos en época de vacas gordas.
Es hora de un consenso sobre el servicio público en la era digital. Sin publicidad,
independiente de los partidos y con financiación transparente, más colaboración interterritorial y centrada en la información, la divulgación, la cultura y los contenidos que aseguren la pluralidad lingüística y social. El resto es propaganda.
Columna en los diarios de Vocento