Los indignados y el doble rasero
La indignación es una actitud que se le da muy bien a muchos españoles. Los periodistas no son una excepción. La indignación es fácil y casi siempre barata. Algunos periodistas se han indignado por una información de El Periódico de Catalunya sobre el malestar de la cúpula militar con el gobierno de Aznar debido a su análisis de la crisis de Irak y de la muerte de siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).
La noticia surge en un almuerzo off the record entre mandos militares e informadores en la Asociación de Periodistas Europeos. Nada salió de los presentes pero el redactor de El Periódico Luis Díez, uno los más veteranos de la prensa nacional en la cobertura de asuntos de defensa, publicó lo hablado en su diario.
Luis Díez no estaba invitado. Alguien le contó lo dicho en la reunión, lo contrastó y lo publicó. ¿Dónde está el pecado?
Luis Díez no fue invitado al almuerzo y por tanto no tenía compromiso alguno con los presentes. Él no otorgó su confidencialidad.
Uno de los indignados, que protestan en un confidencial famoso por las andanzas de su director, dice:
"No vale esgrimir que Luis Díez, a quien no se le permitió asistir al almuerzo por no ser socio, no estaba sujeto al compromiso del «Off the record» porque él mismo sabía cuales eran las condiciones del encuentro. Es una falta total de profesionalidad y una violación de los principios éticos y deontológicos esenciales haber traicionado la confianza de los mandos militares que no podían dar crédito al día siguiente cuando leyeron el titular en El Periódico de Cataluña".
O sea, que un periodista se entera de una información veraz de una reunión confidencial, secreta o simplemente privada y no puede contar lo dicho.
Ejemplo: un ministro cuenta a un reportero la deliberación de un asunto en el Consejo de Ministros (donde el ministro está comprometido al secreto) y el periodista no lo publica.
Pues entonces se acabó el periodismo.
Otra cosa sería si Luis Díez se hubiese comprometido y después faltado a su palabra. Entonces sería imperdonable y la indignación justa.
No es el caso.
Los que se indignan sospechan de los propios periodistas asistentes al almuerzo y descartan que Luis Díez se haya enterado por sus propias fuentes, como él asegura haber hecho. Y lo hacen sin contrastar esa información, sin averiguar quién contó la noticia al reportero del diario catalán.
Curioso, curioso el doble rasero de los que cuidan más a algunas fuentes y a algunos políticos que a la información, pero no tienen sonrojo en defender a sus amigos cuando violan normas tan básicas como la veracidad, la precisión, la diferenciación entre opinión e información, etc.
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