Más realidad y menos sueños
Steve Case (44 años) no ha aguantado la fusión de AOL (America On Line) y Time Warner. El domingo acabó el sueño del último magnate de la nueva economía. La vieja, fea, lenta y muchas veces miserable economía ha corrido su velo de polvo sobre el soñador que hizo de un servicio para locos del ordenador el primer imperio de medios del mundo
Los accionistas, la pasión por Internet, la ambición –o la codicia– y la contabilidad creativa han puesto su sello de piedra sobre el antiguo vendedor de pizza y aire acondicionado que hizo de AOL el primer servidor de Internet del mundo con más de 35 millones de clientes.
Con las acciones por los suelos al caer un 80% en los tres años de vida del imperio irreconciliable, Case ha sido incapaz de mantener su sueño digital de convergencia. Al fondo algunos ven la sombra del viejo Ted Turner, que en su día salió de la presidencia de la compañía con cajas destempladas y harto de los soñadores digitales, él que construyó el sueño de la televisión global ahora derrotada por la pícara y cruel mirada de Rupert Murdoch, ese gran realista.
El mercado ya no aguantaba más una burbuja que se pinchó para dejar entrever que las compañías del imperio valían ya más separadas que bajo el trono de Case. El hombre que derrotó al primer ambicioso servicio online, Prodigy, dejando hablar libremente a los techies cuando IBM temblaba ante la sola mención de la libertad de expresión, ha caído. Ahora es mucho más rico, más viejo y entrega su dimisión a los accionistas, pero no sus ideas.
Case no es Jean Marie Messier ni Thomas Middlehoff, ídolos caídos de Vivendi y Berstelmann. Ellos son ejecutivos, Case es un creador, un soñador que en 1985 apostó por una locura, que en 1992 la sacó a bolsa para aprovechar la gran burbuja, se hizo inmensamente rico y atractivo, y se atrevió a fusionarse en el año 2000 con los previamente arrejuntados Time y Warner gracias a unas acciones por las nubes.
Los digitals guys tomaban el poder. El mundo analógico era suyo. Pero la realidad es tozuda.
La convergencia se ha revelado mucho menos real de lo que los gurús de la Red proclamaban. Detrás de cada marca tiene que haber contenidos, muchos y buenos. Y público que los desee. Y anunciantes que los paguen. Y una buena forma de cobrarlos.
Los ejecutivos, de bolsa y de las compañías, son lentos. Trabajan a ritmo de vieja calculadora de manivela, no a ritmo de banda ancha y fibra de vidrio. El veloz mercado se asoma por la ventanilla de la velocidad y tiembla.
El sueño de la banda ancha, la panacea para transmitir todos los contenidos por la misma puerta, aún está lejos y las piedras, tecnológicas y tradicionales, ralentizan el paso.
Hay vida más allá del ciberespacio. El público no da para más. La pasión tecnológica tiene sus límites, el consumo de entretenimiento e información también. En el mundo interconectado es necesario desenchufarse.
La poderosa y creciente AOL vió como se frenaba el crecimiento de sus clientes y su cash flow caía más de un 40% de 2001 a 2002. La compañía que un día compró el imperio es ahora la menos rentable de las partes del gigante. El pasado año, las películas y la prensa volvieron a ser los negocios más jugosos de AOL-TW. ¡Viva la vieja economía!
Poco a poco los ejecutivos de AOL fueron desapareciendo de la cúpula del gigante: sólo quedaba el navegante. Los empleados y fieles de Case lamentan su orfandad. El guía ha caído –póster: Case disfrazado de Mao sobre un cable de fibra de vidrio–, el espíritu creador también. La caza de brujas es inevitable. Los despidos seguirán a la reorganización ya en marcha. Los verdes campos de Virginia, donde AOL mantiene su cuartel general, están tristes y ansiosos. La inspiración da un paso atrás.
Sólo un paso atrás, porque Steve Case estará en el Consejo del imperio. Dicen que no se ocupaba de los asuntos del día a día, que lo suyo era ser visionario, que estaba más encima de lo que pasaba en America On Line de lo que ocurría en el resto de los territorios de la fusión, más preocupado por conseguir que los internautas vuelvan a navegar con Netscape que de los ratings de CNN.
La casualidad hizo coincidir la salida del jefe con la de Walter Isaacson –50 años y viejo editor de la prestigiosa Time– de la antes todopoderosa CNN y ahora angustiada perseguidora del zorro Fox News. Rupert Murdoch sabe esperar y ganar. Lo hizo en su nativa Australia, compró el Times de Londres cuando era dueño de los sanguinarios News of the World y The Sun, y desde el New York Post, a caballo de las hordas neorepublicanas e impulsado por el 11-S ha derrotado a la inventora de las noticias 24 horas.
Isaacson quiso hacer frente a la hidra de tertulianos y derechistas talk shows de Fox con periodismo, periodismo, noticias, hechos… Reformó CNN Headline News para adaptarlo al gusto de los jóvenes, diseñó la fusión con ABC (una de las grandes cadenas, propiedad de Disney). Pero los exabruptos de Billy O´Reilly se lo han llevado por delante. Ahora dirigirá un think tank de relaciones internacionales.
Despertó el sueño, o la pesadilla para los accionistas. ¡Viva la realidad! Al parecer su sucesor aumentará las tertulias: las opiniones son baratas, los hechos, caros.
Y todos dicen que Case tiene razón, que los medios acabarán convergiendo, Sony Music también cambia de presidente estos días por esos motivos. Pero puede ser tarde para el mercado, y para el imperio que ha durado menos de tres años. Posiblemente la fusión se divida. Cosas de la realidad.
La teoría de la convergencia dice que los proveedores de contenidos –medios, cine, música…– necesitan poseer los canales para dominar completamente el negocio y la carretera entre el creador y el público. Pero las dificultades son muchas y muy diferentes, o eso parece.
Case se vuelve a Virginia, con sus muchos millones, sus ideas y fuera de los focos, que han quemado su piel de chico listo y sano. Dice que la historia le dará la razón. Veremos.
Los mejores enlaces
Entrevista de urgencia con Steve Case | Reuters
Un buen resumen | USA Today
Toda la cobertura de The New York Times | Análisis
Precisión y visión | The Wall Street Journal
La dimisión de Isaacson de CNN | New York Post
Ted Turner al fondo | Atlanta Constitution