Tuesday, July 30, 2002

Sol y sombra de verano


¡Qué rico el verano! con sus soles y calores que permiten recuperar un poco de periodismo entre la maraña de apresuradas noticias de la época laboral. Con los calores agostíes hasta la entrelínea se relaja y aparece entre caracteres –faltos de rutina y agenda oficial– un poco de periodismo, de esencias de ésas que se olvidan y que sólo vuelven cuando se aleja la urgencia.
Más blancas y faltas de publicidad que en cualquier otra época, las pocas páginas esenciales de los diarios ofrecen deleites para la buena sombra del lector, gozos poco habituales otrora para desgracia de periódicos y público.

Resurge la creación tanto en reportajes, crónicas y entrevistas como en la publicación de ficción, esa buena costumbre de muchos años que se perdió entre tanto político, tanta Bolsa y tantos marcadores deportivos.
Una delicia estival exquisita es unir la creación con la participación del lector, que se destapa autor, en ocasiones muy bueno, y cuya firma en letra de imprenta ya no se olvida jamás, creando lazos irrompibles.

Acalladas en sordina las triquiñuelas de los políticos, la mirada puede volverse hacia territorios más vitales, y ahí se redescubren las historias y los paisajes que tanto se echan de menos en otros ejemplares.

Escuetos, adelgazados y tersos como los cuerpos de los bañistas, las pocas páginas de los diarios se hacen más transitables y menos desechables. Menos páginas más interesantes engalanadas con más historias y menos entrecomillados, con más personajes y menos monigotes, com más gente y menos corbatas.

Un placer especial son las vacaciones de los columnistas que saben de todo y tanto admonizan, con esa especial tensión que generan en sus líneas crispadas y que dejan de tener sentido –si alguna vez tuvieron– con la arena dorada en el pliegue de las páginas.

Y el solaz de los jefes amilanados, perennemente atados al librillo corto con soldadura rígida, permiten que alguna voz se desmelene y sueñe e intente historias imposibles en febrero.

También hay que pagar algunos peajes, que no todo es dicha y bronceado:
Agota la profusión infame de personajillos impúdicos paseando no se sabe qué intimidades vanas entre olores de couché arrugado y barato. De repente salen de las revistas esquinadas impulsados por un pérfido movimiento e invaden páginas como si los lectores se volvieran idiotas al sol.

Se cuela en exceso la fauna, ya aburrida y repetitiva, de las escuelas y universidades de verano, con su cantinela cada vez menos interesante al haber recalado en prolongación de los terrenos asolados de la política y el escarceo.

Y sin frenos, resurgen erratas y miradas demasiado inocentes que olvidan datos esenciales o no tienen la malicia de conocer a los gatos traidores ni a los duendes de imprenta.

Pero a la sombra de la higuera o al fulgor de las olas soleadas, los diarios se desambarazan de los terrenos pisoteados y explotan otros territorios. Lo que siempre se agradece, incluso en épocas menos viajeras.