El peor pecado de un ilustrador es tener estilo. La afirmación aterra en Occidente. Son demasiados siglos de humanismo en nuestro interior (y seguimos traicionándonos). Pero en Oriente la pintura no es la visión del autor sino la mirada divina. Dios sigue siendo el ojo y destino de los hombres. Al menos de quienes siguen atrapados en su propio orientalismo.
Orhan Pamuk relató la búsqueda de la personalidad en Mi nombre es Rojo. Y el miedo del pecado. La angustia de transitar del cielo/infierno teocrático, donde todo está claro, a la inquietud sin consuelo de la libertad.
El escritor turco ha leído esta tarde su discurso de aceptación del Premio Nobel recordando la maleta de libros heredada de su padre. Y el miedo que le daba por si descubría la tradición, la herencia. No ser tan original como pensaba.
"Un escritor es alguien que pasa años pacientemente intentando descubrir su segundo ser interior y el mundo que lo hace lo que es".
Pamuk se debate constantemente con su yo y su estilo. Y esa es su rebelión en un mundo donde el poder divino mantiene demasiado cercado el arte, el pensamiento y la libertad.
Ese es el verdadero tema de Mi nombre es Rojo, Nieve o Estambul, su último libro.
Posiblemente, la mayor rebelión pendiente en el mundo islámico sigue siendo esa perspectiva sin miedo a representar la realidad como es, o al menos como la ve el ojo del hombre, más allá de la mirada inefable de dios.
P21 | El ojo crítico de los Nobel