Rentabilidad y renuncia informativa en Antena 3
José Manuel Lara, presidente del emporio Planeta, no tiene ningún interés informativo ajeno a la rentabilidad. Maurizio Carlotti, consejero delegado de la nueva Antena 3, ha demostrado su destreza con la televisión espectáculo y su capacidad de generar beneficios. Los nuevos gestores ajustan la cadena para lograr la rentabilidad y no piensan en los informativos, como se ha podido ver desde su llegada.
La salida a bolsa y la revalorización de la compañía sancionan su estrategia.
Lara admite "falta de comunicación" en los despidos, pero insiste en su necesidad. El problema no es el dinero, que los despedidos recibieron al día siguiente, sino el ruido desatado. Pero es poco problema. El alboroto acabará pronto y la televisión se podrá dedicar sin cortapisas a la lucha por la audiencia y la publicidad, lo único que interesa a los nuevos gestores.
Los informativos están entregados a la fórmula sangre y fútbol desde el principio. Incluso la tercera pata de la fórmula Buruaga: gobierno, se ha desinflado un poco. Para eso está La Razón, el diario que Lara ha construido a golpe de talonario y promoción con Luis María Ansón.
Informativos cortos, sensacionalistas, sin objetivo informativo, sino empleados en molestar poco, estar a bien con el poder y reforzar la fórmula de la cadena. Para eso dejó Buruaga a su compinche Gloria Lomana al frente de los telediarios, aquella que se extasiaba en TVE con los retruecos retóricos de Aznar en el debate sobre el estado de la nación y acusaba a Joaquín Almunia de "catastrofista" durante la retransmisión en directo.
En manos de Gloria Lomana han dejado Carlotti y su equipo la lista de nombres a depurar en informativos. El resultado es palpable:
Carlos Hernández, uno de los mejores periodistas de la cadena, fuera. El hombre del comportamiento irreprochable que culminó las crónicas de Telecinco desde Bagdad cuando Jon Sistiaga estaba roto por el dolor de la muerte de José Couso, fuera. El de las pegatinas y las manifestaciones, fuera.
Rosa María Mateo, de afinidades antiguas, fuera. A pesar de estar ya en el limbo del telediario de madrugada.
Y con ellos otros profesionales incómodos o antipáticos, además del desmantelamiento de los centros territoriales, que Buruaga montó como si Antena 3 fuese una segunda TVE. Era de prever que algún día se pagaría, pero no lo hará él, que salió con gran indemnización, sino quienes quedaron.
Ninguno de las secciones de Nacional y Economía, amoldadas a una línea editorial desde los tiempos de Buruaga y mantenidos por su sucesora a pesar de su poca aportación a la fórmula de los telediarios de la cadena.
Silvio González, director de gestión, avisó desde el principio: "El negocio de las privadas no es la calidad, si es que alguien puede decir qué es eso. Tan sólo ponemos espectadores a disposición de los anunciantes". Evidentemente, nadie les va a recordar que la televisión privada es un "servicio público esencial de la televisión, cuya titularidad corresponde al Estado", según la Ley de Televisión Privada de 3 de mayo de 1988.
El incumplimiento de ese servicio puede dar lugar a sanciones pero nadie está interesado, a pesar de la preocupación del presidente Aznar por la telebasura.
La televisión en abierto renuncia a la información, a pesar de los meritorios esfuerzos de Telecinco. Es cara y a nadie interesa. TVE mantiene su liderazgo en el país mayoritario y acrítico. A los demás un sillón de engendros vomitando mierda les parece más rentable.
La televisión tiene la fascinación de la realidad, pero nada más alejado de su naturaleza: el dinero.
Pregunten a Lara.
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