¡Bravo por interrumpir el sueño!
Por una vez el cine no creó el sueño sino que despertó a los durmientes. El cine español dio una lección en la ceremonia de los Goyas 2003 al utilizar la gala y su retransmisión por la televisión gubernamental en un alegato pacifista, una rememoración de ¡Nunca Máis! y una bofetada al Gobierno que les niega una cuota de pantalla que debe ganarse con películas, no con quejas. Hábilmente se cambió el guión previsto, se mantuvo en un secreto digno de las mejores operaciones negras y se soprendió al país y a la ministra Pilar del Castillo, de cuerpo presente, con un furibundo acto de rebeldía contra el Ejecutivo del PP y su política exterior, su comportamiento en la tragedia del Prestige y su gestión de la cultura. El cine derrotó a la TV pública con el directo y la sorpresa. TVE no se atrevió a enseñar la cara de la titular de Educación y Cultura ni la de ninguno de los cargos gubernamentales presentes. ¡Qué pérdida!
El cine español está en crisis –ocho millones de espectadores menos en 2002– y la desafió con la militancia. La discusión si el alegato llega antes o después de la pérdida de subvenciones es baldío. Los académicos de la cinematografía y la gente del cine hicieron lo que muchos autonombrados intelectuales no han hecho: ejercer su pensamiento crítico. Si Aznar no era muy aficionado al cine patrio –'Raza'. 'Marcelino, pan y vino' y 'El Cid' al margen– ahora verá el rostro del eje del mal cada vez que vea la cara al viento de Javier Bardem en la ría de Vigo.
Como dijo el gran Manuel Alexandre: "Sueño con un mundo en el que la palabra guerra desaparezca de los diccionarios".