The Times revive la vida de Toro Salvaje a sus 86 años. Más parece que revive la vida de Raging Bull, la enorme película en la que se empeñó Robert de Niro y salvó a Martin Scorsese del exceso de coca y soberbia.
Toro Salvaje es la historia de una época. Y la metáfora de mucha gente. Introvertidos, depresivos, tercos, salvajes.
Jake La Motta no ha cambiado a sus 86 años. Una bestia. Un auténtico hijo de puta.
Scorsese y Mardik Martin tuvieron que cambiar el guión de Paul Schrader porque era demasiado bestia. Demasiado humano. Los productores, encantados con el reciente éxito de Rocky no soportaban una película condenada a ser clasificada X por el pacato sistema norteamericano. De Niro tampoco acababa de entender porque algunas escenas tenían que ser tan crudas y escabrosas, física y psicológicamente.
Profundidad, decía Schrader (lo cuenta Peter Biskind), conseguir que La Motta fuera un tipo sobre el que valía la pena hacer una película.
Una película sobre una parte de nosotros mismos. Fuerza empeñada en salvarnos de nosotros mismos. Aunque para eso haya que joder al resto del mundo.
Scorsese se encerraba y oía a The Clash mientras filmaban la película. De Niro bailaba con ellos sobre el ring.
La Motta sigue escribiendo su vida con el guión de Schrader.