Despojos de guerra
Las víctimas de la guerra son siempre más que los cadáveres tirados en los arcenes. Día tras día aparecen nuevos despojos asesinados por las rencillas de siempre, las que matan lenta e inexorablemente yse recuerdan con memoria larga. La invasión de Irak devolvió a España dos cadáveres de periodistas, pero no son los únicos.
La audiencia es la primera víctima | Una vez más ha vuelto a presenciar el espectáculo del egotismo, el corporativismo y el ombliguismo. Al principio, la característica de ser las primeras víctimas españolas salvó los trastos. De ahí en adelante un periodista español en el ejercicio de su profesión volvió a valer más que cientos de muertos iraquíes o un puñado de corresponsales de otras nacionalidades.
La oscura muerte del cámara de Telecinco, José Couso, reavivó los fantasmas de la profesión. En el escarnio se sumó la estulticia y falta de cumplimiento de su deber del Gobierno Aznar.
Como siempre la audiencia acudió a los medios en busca de las noticias –y así lo han reflejado los datos del EGM, que han elevado la audiencia en casi un millón de personas frente al año pasado–, hasta entonces cubiertas con solvencia, atractivo y seriedad, especialmente por los diarios. Las muertes alumbraron miserias no provenientes de la guerra, sino de otros predios más locales y cercanos, y cuyo hedor socava la credibilidad ante el público.
La segunda es la verdad | Ambas muertes, y en especial la segunda, han servido para el apedreamiento político de unos y otros, el enarbolamiento de argumentos peregrinos o directamente falsos, y la propagación de acusaciones y torticeras desinformaciones. Se empezó a hablar de asesinato en lugar de daños colaterales, de testigos presenciales en lugar de testimonios de terceros, etcétera.
El dolor enmascaró a la verdad; las apreciaciones y el cariño personal a los hechos. Aquellos se tomaron por más verdad que éstos. Las opiniones sustituyeron a las noticias. Y aparecieron los corifeos con sus intereses innombrables escupiendo maldad.
La tercera víctima es el periodismo | Una vez más ha demostrado lo poco unido que está cuando cada uno va a lo suyo y lo poco que importa entonces la verdad y la miseria ajena. Otra vez se ha mostrado ante el público el monstruo egocéntrico que lleva dentro. De nuevo los intereses bastardos de unos y otros empañan las certezas, las buenas intenciones y la realidad.
Hace unos días se leyeron llantos en lugar de noticias, luego difamaciones en lugar de columnas, algunos textos preclaros y un poco alicortos, después retorcidos editoriales como piedras a traición y, siempre de fondo, el runrún de quienes vomitan odio y vergüenza diariamente por esa patraña llamada "confidenciales", que han plagado la Red y que preocupan más a muchos periodistas que muchas de las informaciones que cubren.
Patético.
Hace unos días comentaba un periodista que esto pasa en España porque los medios son oscuros y no hay verdadera información sobre la prensa y sus entresijos. Tiene razón. La falta de información seria sobre un sector económico, empresarial, profesional, cultural y sociológico importante lleva a estos excesos y más. Una información de calidad sobre el periodismo y sus gentes haría mucho por prevenir estos sucesos lamentables.