Monday, November 26, 2012

Rebelión contra Telecinco

La televisión ya no es todopoderosa. El poder es de la gente y el consumo pasivo de pantalla boba acabó. Ahora los espectadores participan, comentan, critican o aplauden la televisión en las redes sociales. Un juicio y una movilización como otras que se hacen sobre la política y tantos aspectos de la vida cotidiana. Cuando Telecinco denuncia al bloguero que inició una campaña en las redes contra la telebasura está denunciando a su audiencia. La respuesta ha sido inmediata.

La etiqueta #DesintonizaTelecinco suma indignados y protestas en Twitter y crecen las firmas para volver a pedir a los grandes anunciantes que cancelen su publicidad en la cadena antes autoproclamada “amiga” mientras no retiren la querella contra Pablo Herreros, iniciador de la campaña contra La Noria.

El poder de la televisión está en su audiencia. Una parte de ella se ha cansado de abusos, de televisión de bajo coste y peores instintos, pero sobre todo está harta de ser olvidada, ninguneada e idiotizada. Ningún medio de comunicación vale nada sin su audiencia y una reputación que se gana día a día, minuto a minuto, y se pierde irremisiblemente cuando se ignora y desprecia al público.

Telecinco puede pedir 3,7 millones de euros y cárcel para Pablo Herreros, pero no frenará la crítica y la repulsa de miles de ciudadanos indignados con el abusivo uso que algunas televisiones hacen de bienes de todos: las frecuencias, el espacio público y sobre todo la inteligencia y la ética cívica.

El rating no lo justifica todo. Puede ser muy rentable para algunos, pero abusos como el de los diarios de Rupert Murdoch o el de la denostada La Noria ya no se perdonan por quienes creen que merecemos mejores medios y más responsables.

Telecinco se esfuerza cada minuto, cada programa, por lograr un Me gusta de Facebook o un tuiteo, como todos los medios. Con acciones como esta venganza demuestra no respetar a los ciudadanos ni acepta que su dominio del mercado de la televisión no basta para una tiranía que muchos no están dispuestos a aceptar.

Columna en los diarios de Vocento