Monday, November 26, 2012

Lecciones de las elecciones catalanas

Foto de Lluis Gene (AFP/EL País)

Jordi Pujol atisba desde el balcón del Hotel Majestic y no lo cree. La realidad ha ganado a la política mesiánica. La gente no cede a la propaganda. Cataluña es una nación y tiene un destino, pero sin dejar a nadie atrás ni aventurarse en una orilla incierta de Europa. El soberanismo no acaba con la crisis y la vida cotidiana es más rica y compleja que las simplificaciones y los arquetipos rígidos de la propaganda. No gana España, como vuelve a equivocarse La Vanguardia y los periodistas más ocupados del poder y la pluma que de la gente.
La gente vota, quiere política y soluciones, no discursos. La visión del paralaje que transmuta la realidad por el desplazamiento voluntario del observador no cuela. Los ciudadanos están en el núcleo de la realidad.

Es mi resumen de lo ocurrido en las elecciones catalanas de ayer. La derrota personal de la victoria de Artur Mas es el fracaso de la política oportunista y mesiánica. Con Cataluña volcada en el voto (69,5%) la sociedad ha mostrado su pluralismo, su división y su falta de confianza en los chamanes.
La sospecha de la corrupción y el borrador policial aireado por El Mundo han vuelto a emponzoñar la política y a indignar a todos sin que nadie aporte pruebas ni responsabilidades. El espectáculo de un presidente del gobierno apegado al silencio, como siempre, mientras su vicepresidenta y varios ministros aireaban sospechas sin acusaciones responsables al tiempo que el responsable de Interior afirmaba desconocer los maledicentes informes son otra lección de cinismo político y de maltrato a una democracia devaluada por los profesionales de la política.
No hay vuelta al status quo. La crisis, la reforma de la situación institucional y política de Cataluña en el estado y en Europa está por resolver. Los catalanes votaron contra aventuras inciertas, pero apoyan en su mayoría el cambio de una situación insostenible.

En el principio está el dinero con un sistema de financiación autonómica injusto y desproporcionado. La crisis y la insatisfacción con la gestión de las finanzas públicas exacerba la demanda de cercanía a la gestión. Pero no será el campeón de los recortes al estado de bienestar construido durante 30 años quien patronee con una "mayoría excepcional" ese giro. El capitalismo castizo no se supera con cuentas de botiguer.
Gana la dignidad ciudadana y nacional, a menudo pisoteada, desdeñada y atacada por los filibusteros de la crispación. El choque de nacionalismos daña a todos cuando la democracia debe ser más razón que emoción. Ante tanto fuego cruzado los ciudadanos quieren respeto: unos, para defender su derecho a decidir; otros, para no ser despreciados como ciudadanos de segunda sólo por no coincidir plenamente con la mayoría.
La democracia vuelve a demostrar que su esencia es el respeto a las minorías, el pluralismo y la integración, no el totalitarismo de los discursos mayoritarios que olvidan a quienes no los comparten.

El Parlament de Cataluña está más dividido y cada cual más en su sitio: no hay mayorías ni liderazgos de excepción, los independentistas reales ganan escaños pero dentro de una izquierda que debe atender la crisis y las demandas cotidianas de los ciudadanos con urgencia y sensibilidad social, se hunde el PSC en otro peldaño del desplome de un PSOE inútil, resiste el PP como gran partido del centroderecha español y se multiplica la resistencia antinacionalista de Ciutadans.
La democracia de las pequeñas cosas, de los problemas reales y cotidianos, gana. Sea cual sea el modelo de estado, lo importante es la gente.

Pujol fuerza los ojos y otea incrédulo desde el Majestic. Tanta propaganda, tantos medios públicos y privados, con La Vanguardia y TV3 al frente, con una visión tan sesgada de la sociedad de Cataluña. Tantos envites desde la derecha mediática madrileña. Tanto ruido. En las urnas, más razón democrática de la esperada.
El Mundo no ha ganado las elecciones y ha contribuido un poco más a devaluar cierta política y cierto periodismo. El periodismo debe investigar y denunciar, pero con la veracidad, transparencia y credibilidad tan ausentes en el affaire del borrador, un caso Dreyfus que ante la ausencia de zolas -aunque sobren postulantes- espera reacción ciudadana.

Pero la democracia ha ganado. Cinco conclusiones subjetivas:
  1. La realidad es lo primero. La política de las cosas cotidianas, de la economía real, el trabajo, la salud, la educación y la inclusión social es más importante que las banderías y los inventos políticos que abandonan a muchos.
  2. Sin líderes. Una elección más se comprueba la falta de líderes en una sociedad necesitada de voces más participativas y abiertas. Una sociedad en red donde la deliberación cotidiana y la participación crean un tejido necesitado de liderazgos transparentes, abiertos y confiables. Ninguno de los grandes líderes políticos cumple esas premisas, como muestran todas las valoraciones.
  3. Un país dividido. Cataluña es hoy un país más dividido y fragmentado. Una mayoría quiere el derecho a decidir su futuro, pero atendiendo a las necesidades cotidianas y sin arrasar al resto de una sociedad plural con decisiones traumáticas. Frente al ruido político y mediático de la tensión España vs. Cataluña, se imponen debate, acuerdos, inteligencia y respeto.
  4. Otra izquierda frente a un PP de mayorías. El PSOE acentúa su camino hacia la irrelevancia, aunque se salva de un despeñamiento augurado por unas encuestas que se equivocaron persistentemente. Una nueva izquierda con Bildu, Esquerra+CUP y Alternativa Galega empuja desde las naciones históricas mientras IU e ICV recogen parte de la indignación pero también sufren la presión de los nuevos planteamientos.
    El PP, tras las generales, gallegas, vascas y catalanas, se consolida como el único gran partido de gobierno que mantiene mayorías absolutas. La fragmentación de la oposición refuerza su poder y obliga a repensar el escenario político de los próximos años.
  5. Demasiada propaganda, mucha insidia, poco periodismo. El periodismo de los grandes medios de comunicación es otro de los grandes dañados de la batalla electoral. La división entre medios de poder y medios de gente se agudiza. El periodismo debe reflexionar. El fracaso del exceso de opinión sesgada, arrumbada al discurso del poder es patente. La credibilidad no puede estar fundada en borradores y acusaciones sin pruebas ni mayor investigación. La sospecha no debe marginar a la verdad. Ayuda la persistente corrupción de los grandes partidos y la esclerosis estéril de las investigaciones judiciales demoradas durante años.
    El periodismo como discurso de poder y como arma partidista tan visto en esta campaña no es el que debiera acompañarnos en una mejor democracia.
Las columnas, las radios y televisiones se llenan hoy de vencedores y vencidos. Va siendo hora de abandonar los escenarios épicos y volver a la realidad de una cotidianeidad rica y plural. Necesitamos cambiar la política, la información y el discurso. Más información crítica y creíble, menos opinión dogmática, más análisis. Más periodismo, menos discurso.
La sociedad lo demanda.