Wednesday, August 30, 2006

El Alí Babá pierde a Mahfuz, puntual parroquiano

El café Alí Babá tiene una silla vacía junto a la ventana.
Con la puntualidad de los 94 años le llegó la muerte a Naguib Mahfuz, escritor de El Cairo, lector universal, profundamente egipcio, musulman admirado.
"La función del periodista no es hablar, sino escuchar. Sobre todo en estos tiempos", dijo una vez. Y escuchaba pero sin faltar a sus columnas en Al Ahram.
Libertad y justicia, libertad y justicia seguía reclamando cumplidos los 94.
Cuando Bin Laden tenía menos muertos en su culpa que pelos en su barba fui por primera vez a El Cairo. Tenía tres objetivos: ver la ciudad de los muertos antes de que los pobres desdichados desplazados por la guerra con Israel aprendieran a vivir del turismo; recorrer los pasillos perdidos entre callejas de la Universidad de Al-Azhar y perseguir los pasos del escritor que me mostró los cafés, las conversaciones, el cambio y la cultura de una ciudad y un pueblo de dioses pétreos y glorias pasadas.
El Islam entrando en el alma egipcia y luchando con su vieja y orgullosa sangre. El porte de los dioses del Nilo en los ojos. Mahfuz era el Faulkner, el Baroja, el Gore Vidal de Egipto.
Con sus gafas y su traje gris discretísimo. Ciego y sabio. Mahfuz. Atrapado entre los Hermanos Musulmanes y las calles en las que luchar por la gente.
"¿Cómo un hombre venido del Tercer Mundo puede encontrar la paz para escribir?". Era la pregunta del autor en su discurso de premio Nobel, el único premiado árabe. Entonces, en 1988, Mahfuz contestaba con el deber moral de todos para luchar contra la injusticia en toda la humanidad.
"Cada hombre soporta esa responsabilidad según el grado de conocimiento, sabiduría y civilización que ha obtenido".
Dura responsabilidad.
Pero Mahfuz nunca la abandonó.
"¿He perdonado a los islamistas por intentar matarme hace diez años? Sí, desde el primer día". Futuro, con perdón, con responsabilidad moral.
En los callejones de su Cairo hablan los vecinos. Se respetan. Y algunos irrumpen sin asumir la responsabilidad ni la humanidad que Mahfuz reclamaba, en sus obras y en la vida.

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