La Liga vive de espaldas a la crisis. Acostumbrados a las cifras millonarias, a los contratos desorbitados, a las deudas que no pagan –sobre todo con Hacienda-, al trapicheo de la influencia y la política, tan desmesurado como los fichajes, no se resignan a la huida de los anunciantes por los precios abusivos y desconfiados de la eficacia de tanto peloteo.
La guerra del fútbol infló el precio de unos derechos que nadie va a conseguir rentabilizar. La burbuja se pincha y arrastra a muchos. Los últimos en sufrir el rigor de la pateada pelota son los diarios deportivos. Acostumbrados durante años a una difusión tan hinchada como los sueldos de los cracks viven sus peores momentos, con la publicidad y la audiencia en retirada.
El aburrimiento de una Liga que se juega entre dos ayuda. El duopolio se alimenta con un reparto insolidario de los derechos de televisión (gráfico de Deloitte) que no empuja la competitividad de los clubes más débiles. La falta de límite a los contratos multimillonarios dispara los costes y aleja a los buenos jugadores de los equipos de las ciudades más pequeñas.
Fútbol y televisión necesitan una pensada. Mediapro y Prisa asumen que nunca recuperarán los costes de su guerra, pero los daños caen también sobre el propio fútbol, los aficionados y el resto de ciudadanos, obligados a asumir las deudas y los excesos de los clubes. La publicidad asume el sobrecoste de los derechos deportivos aunque no le interesen los partidos. Las televisiones pagan y repercuten en el mercado los costes. Una factura que se mitigaría para ajenos al fútbol con un reparto de derechos más solidario y la desaparición de la Liga de las cadenas generalistas.
Columna en los diarios de Vocento