Hablar y hablar y hablar. Internet comienza a ser una enorme conversación. Y más cara a cara que nunca. La oralidad comienza a impregnar la tecnología, los medios y los contenidos. Está por todos lados. ¿Qué pasó con la ventanita de chat? Ahora es omnipresente y la explosión de redes y medios sociales con su voluntad de atrapar a los usuarios y su conversación implanta herramientas de mensajería instantánea por doquier. Ya no hace falta conectarse a una herramienta ajena para compartir comentarios. La conversación se extiende en tiempo real sobre un mismo contenido que compartes con otros usuarios.
Y la imagen se universaliza con la banda ancha y las nuevas herramientas. El vídeo en tiempo real está en el chat de manera más sencilla que nunca y comienza a incorporarse a herramientas que habitan no sólo el ordenador, preparadas para que la comunicación por el móvil sea a cara vista.
Google pone vídeo en GTalk, lo mismo que el popular Messenger, que integrará todas las funcionalidades de las redes sociales. Facebook reúne usuarios en su chat mientras navegan por sus páginas personales. Las revistas para adolescentes abren chats para que sus lectores hablen sobre las fotos de sus estrellas y televisiones como la CBS experimentan con conversaciones en tiempo real de sus usuarios sobre sus series en internet.
La web se convierte a la conversación para hacer más adictivos y pegajosos cada sitio y sus contenidos. Sólo un tercio de los españoles utilizaban estos servicios en 2006, pero el año pasado la conversación se multiplicó y más de la mitad de los ciudadanos chatean (eEspaña 2008). Crecen los telespectadores que ven la tele conectados, sobre todo a los chats. Pero con tanto bla, bla reviven los mitos de la participación, además de una nueva forma de explotación de la identidad cuando muchas veces es difícil controlar la propia imagen. La identidad comienza a estar patrocinada por publicidad y la vieja distinción entre contenidos abiertos y cerrados (derechos incluidos) se hace más pertinente que nunca.
Con tanta conversación disminuye la interacción real con el contenido y la participación puede ser menos creativa y más redundante. Es la maldición de los comentarios en muchas webs, a menudo colonizadas por enjambres que ahuyentan a otros participantes y puede serlo de los sitios que no permitan una gestión privada de tanta conversación. La cultura de la convergencia necesita contenido además de comentarios y reacciones al ya publicado. A menudo los sitios que suman funcionalidades de comunicación sobre los contenidos son más cerrados de lo que pudiera parecer y tanto bla, bla blinda el contenido original contra una reedición o remezcla más creativa y participativa.
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