Saturday, April 21, 2007

El perfecto irresponsable



El líder del PP, Mariano Rajoy, ha ganado la batalla televisiva de las preguntas ciudadanas al presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Pero sólo si creemos a los expertos de la política de la simulación y a los datos de audiencia.
Los espectadores acudieron a la cita del programa Tengo una pregunta para usted fascinados por la videocracia y expectantes ante el líder de la oposición.
Mariano Rajoy estuvo suelto y cercano a pesar de las preguntas duras de varios ciudadanos. El dirigente popular mostró su faz más íntima y amable, la que despliega en los encuentros personales.
Rajoy, cara a cara, es mejor. Una opinión compartida por quienes conocen de cerca al político.
Pero el líder del PP mostró ante las preguntas de los ciudadanos su peor cara. La faz desdibujada de la irresponsabilidad.
Rajoy es el perfecto irresponsable. Sigue en esto las enseñanzas de Aznar, el impoluto.
El líder del PP no se considera responsable ante los ciudadanos. Ni siquiera para confesar un sueldo que depende de las arcas públicas (tanto el de diputado como el de partido). Tampoco para admitir las contradicciones de la fiera oposición de su partido al gobierno en temas de estado. Si se habla de corrupción urbanística, no sabe nada. Si del comportamiento de sus diputados en el Congreso, tampoco. De las alimentadas sospechas con interpelaciones parlamentarias y manifestaciones sobre la supuesta conspiración del 11-M, nada. ¿Los inmigrantes? Pero, señor Rajoy, ¿viajaban los emigrantes gallegos a América con contrato de trabajo?



Señor, Rajoy, usted ¿de qué es responsable?
La realidad catódica permite una accountability selectiva. El político televisivo se apropia sólo de lo bueno y rechaza lo malo. Los defectos no existen, las virtudes son más televisivas.
"La televisión favorece -voluntaria o involuntariamente- la emotivización de la política, es decir, una política dirigida y reducida a episodios emocionales". Giovanni Sartori definía así el falso efecto dionisíaco de la telerrealidad.
Y es lo único que importa a los políticos y a sus asesores.
Rajoy ganó si uno quiere creer en la derecha inexistente. Una derecha de verdad liberal y abierta que sea capaz de pasar sus negras páginas del pasado y reconozca, aunque sea tímidamente, la ilegitimidad de la dictadura franquista.
Pero la tele aguanta todo. El ciborg sentimental reclama más cercanía y la inteligencia a veces es dolorosa.

P21 | 80 céntimos fuera de la realidad