Thursday, October 07, 2010

Lento ebook



Estupefactos. Así quedan los lectores cuando se acercan a comprar un e-reader, un lector de libros digitales, ante una oferta amplia, confusa, con disparidad de formatos. Los dependientes se esmeran, explican si se pueden leer pdfs, epubs, en dónde comprar, cómo leer el libro adquirido en tal librería online. A menudo el lector, abrumado y confuso, sale de la tienda de electrónica en busca de una librería tradicional. Es el castigo del ebook. Durante siglos el libro era la obra. Ahora la obra es un libro comercializado a través de lectores digitales, aplicaciones para móviles o descargas en internet. Un lío.

La industria editorial y su choque con la tecnología han conseguido hacer del libro un objeto complejo, alejado de la sencillez de coger un volumen entre las manos, ojearlo, leerlo, prestarlo, reclamarlo al amigo distraído o encontrar aquel volumen perdido en una mudanza.

Quizá por eso no despega el ebook, el libro digital capricho de letraheridos y maldición de iletrados. Las dudas de las editoriales con el negocio digital, su obstinación para sostener el viejo papel y los desacuerdos por los derechos de los autores o el precio del ebook frenan el mercado.

Los grandes de la electrónica lanzan lectores digitales, móviles y tabletas táctiles permiten la lectura, pero ante la confusión el lector se refugia en el papel o el ordenador. En la primera mitad del año la edición digital ha aumentado un 55% respecto a 2009, pero son sólo 9.500 títulos de los 79.000 registrados, según datos de Cultura.

Casi la mitad de los lectores ya son digitales, pero el 47% leen en el ordenador, sobre todo prensa y libros. Un mínimo 0,8% lee en soporte ebook y casi el 7% prefiere leer en su móvil, dicen los estudios de los editores. La falta de oferta, la sujeción de los títulos a dispositivos y librerías o los precios poco ventajosos desaniman a muchos lectores dispuestos a migrar a lo digital. Entre los jóvenes, más del 81% ya son lectores digitales. Si no se dan prisa, escritores y editores pueden perderlos para siempre.


Columna en los medios de Vocento