El gigante de hormigón armado es el emblema de un tiempo agotado. El icono del gran emisor único despedazado en la era de la fragmentación, cuando el vídeo está en todas partes y la fibra, los servidores y la televisión en la nube se imponen a las antenas.
Torrespaña refundó TVE. La televisión de la democracia se despegó el polvo de Prado del Rey y Paseo de La Habana para presentarse como una televisión para todos, lista para convivir con la libertad de las privadas. Hoy Telecinco y Antena 3 vuelven a dominar la audiencia y el mercado de la televisión con la absorción de Cuatro, La Sexta y sus canales digitales. Y cargan como nunca contra la televisión pública. La TDT del apagón analógico vuelve a ser cosa de dos.
Con las autonómicas en privatización y una RTVE a la que llega un presidente para recortar sin que gobierno ni oposición hayan sido capaces de diseñar un servicio público digital para el futuro.
Abertis, dueño de la red de difusión, prepara el Pirulí para que antenas y banda ancha convivan. Más allá de la altura y sofisticación de la ingeniería, la política ya antigua y las resistencias para frenar un medio y un negocio en cambio acelerado bloquean sus frecuencias.
El Pirulí difundió el cambio de un país y un medio con la vista puesta en el futuro desde su atalaya de antenas. Hacen falta nuevos vigías para erigir un futuro multipantalla, abierto y participativo, sin sombra de lo que fue.
Columna en los diarios de Vocento