Monday, April 15, 2013

Telesofisticados


La televisión en abierto corre riesgo en Estados Unidos. Una pequeña antena ha desatado la furia del magnate Rupert Murdoch y de otros dueños de la televisión. Aero permite ver en cualquier dispositivo, de televisores a móviles, canales en abierto en directo o bajo demanda con un sistema de grabación. Puede sonar raro, pero en un país dominado por la televisión de pago y donde los canales en abierto se usan como gancho de audiencia, el objetivo de Aero puede desbaratar un gran negocio controlado por unos pocos.

La clave es el telespectador sofisticado. Una audiencia multipantalla, que ve televisión en su móvil, en el ordenador o en su televisor HD, pero renuente a tragar el aluvión de bajo coste y peor calidad de muchos canales. Quiere elegir, ver lo que le interesa bajo demanda dónde, cuándo y en el aparato que quiera. A menudo utilizando varios a la vez para compartir en las redes sociales.

Aero, como Netflix, Amazon o Filmin, además de las propias ofertas de las televisiones de pago como Yomvi intentan atraer a ese televidente inteligente que quiere ser su propio programador.

Juego de tronos, una de las series más seguidas de los últimos tiempos, ha roto el récord de descargas: su segunda temporada fue descargada 4,3 millones de veces en todo el mundo. Nada despreciable frente a los diez millones de telespectadores que consiguió en televisión en EE. UU. Si Netflix, la gran estrella del vídeo bajo demanda, fuera un canal de pago, sería el más visto de la televisión norteamericana.

YouTube, el monstruo del vídeo en internet lo sabe y acelera sus planes para convertirse en la gran plataforma global de la televisión, tanto con canales en abierto como de pago.

La revolución audiovisual es imparable. Los más innovadores en el negocio ya corren a por un negocio que ha multiplicado las horas de consumo y que lleva la televisión a todos los momentos de nuestra y lugares de nuestra vida. Los telespectadores sofisticados aún son pocos, pero su influencia y su desafío hacen temblar a una industria acostumbrada a imponer sus deseos.

Columna en los diarios de Vocento