Sunday, December 02, 2012

El fracaso de los editores de diarios

José María Bergareche abandona la presidencia de AEDE sólo tres días después de su nombramiento. Los editores de diarios fracasan como lobby y no consiguen encontrar una salida a la crisis económica e institucional de la prensa. Frente al poder de las televisiones de Uteca, dominada por Mediaset y Antena 3, la Asociación de Editores de Diarios Españoles vive en el desacuerdo, desdeñada por el gobierno y no consigue articular posturas comunes claras que no supongan un quebranto y mayor lejanía con el público y el mercado.

Demasiados intereses contrapuestos entre editores en pelea por una posición de futuro en un mercado menguante, división entre diarios de Madrid y el resto, y reclamo de medidas legales en colisión con derechos fundamentales y la política de recortes del gobierno. Para colmo sufre un agujero aún por explicar en sus cuentas, está sancionada por la Comisión Nacional de la Competencia por monopolio de derechos y está embargada por subvenciones que Industria le otorgó y no dedicó a la renovación del sector.

Una situación muy diferente a la de Uteca, donde mandan Mediaset y Antena 3, el enemigo común son las televisiones públicas y se reclama sobre un mercado regulado y nacional frente a la fragmentación local y la libertad de publicación de la prensa, papel o digital.

La reforma de la Ley de Propiedad Intelectual para imponer una tasa a Google, a los agregadores y a las empresas de clipping (resúmenes de prensa) para agarrarse a los únicos precios que aumentan junto a los de los diarios: los de los derechos de autor; el IVA cero para los diarios (impresos y digitales) y el reclamo de ayudas públicas para la reconversión del sector son las principales reivindicaciones de los editores.

Bálsamos para aliviar una crisis que ha reducido a la mitad sus ingresos, evaporado un cuarto de la circulación en papel y cambiado radicalmente un mercado que se agota para la prensa impresa pese al crecimiento de audiencia digital.


Bergareche se encontró un consejo de editores sin editores al asumir la presidencia de AEDE. Sólo ejecutivos y ausencia de los principales responsables de los grandes grupos. Las luchas entre grupos y muchas conspiraciones internas habían hecho imposible el acuerdo para relevar al anterior presidente, Conrado Carnal, director general del Grupo Zeta, por una figura de prestigio con una misión clara: conseguir ser escuchado por el gobierno Rajoy.

Juan Luis Cebrián había propuesto a Luis María Ansón, prócer de la prensa de derechas. Pero la sombra de la inevitabilidad de una fusión entre algunas de las cabeceras nacionales (ABC, El Mundo o La Razón) planea sobre cualquier acuerdo.

El gobierno no escucha. Sólo le interesa la televisión. Está ocupado con el desmantelamiento planificado de RTVE y la privatización de las autonómicas. Ocurre ya desde hace años. Zapatero entregó televisiones gratis a los grupos de prensa para que todos fueran multimedia: hoy casi toda la televisión vuelve a ser de las dos grandes privadas y tanto Unidad Editorial como Vocento tienen sus frecuencias alquiladas, incapaces de crear y rentabilizar su propia televisión. Prisa abandonó Cuatro, su deseada televisión en abierto, para entregarla a Mediaset.

Los dos viejos interlocutores políticos, la vicepresidenta socialista De la Vega (muñidora de la RTVE sin publicidad y de la Ley Audiovisual) y el desplazado Esteban González Pons, todo buenas palabras con los editores, pero lejos de los designios de Soroya Sáenz de Santamaría y del gabinete de Moncloa.

La prensa no tiene quien la escuche. La reclamada tasa Google, a rebujo de Francia y Alemania, no soluciona la crisis de producto, de público y comercial de los diarios. Los editores deberían empeñarse menos en obcecarse con cómo se llega la información y más en la política comercial y las nuevas formas de rentabilización de los contenidos. Ni Madrid ni Bruselas tienen prisa por reducir el IVA y las ayudas públicas al estilo francés -más allá de las subvenciones de los gobiernos autonómicos- son legalmente complejas y difíciles de explicar a una opinión pública descontenta con la prensa y los recortes.

La crisis de AEDE es la de un sector que vive los peores momentos de su historia reciente con un cambio radical de su propia naturaleza. Para superarlo se necesitan editores de raza y vocación, como los que Bergareche echó en falta cuando miró hacia sus compañeros de consejo. Editores con vocación de editar medios y negocio de calidad cuando los recortes y los despidos no alcanzan más que para mal morir.