Comienza una nueva temporada y una nueva televisión. Zapatero TV, la televisión de la TDT, la más fragmentada en audiencias, con más canales que nunca y una televisión pública fuerte deja paso a Rajoy TV: la televisión más concentrada de Europa en manos de dos empresas, el duopolio de Mediaset y Antena 3, una televisión pública estatal depauperada y sin proyecto, y una gran parte de las autonómicas en proceso de privatización. Cambia el gobierno y lo hace la televisión, algo que ya no ocurre en ningún otro país desarrollado, pero sí en España, donde el poder de telecracia es enorme. Parece que con cada gobierno votamos un sistema de televisión porque política y medios mantienen lazos excesivos.
La televisión no encuentra acomodo entre tanta mudanza. A las innovaciones tecnológicas que rompen el sistema tradicional le sigue la presión de la crisis en su negocio y la incapacidad de los políticos para ponerse de acuerdo sobre la industria en la que todo el mundo tiene puestos los ojos.
La concentración empezó ya con el gobierno de Zapatero y la fusión de Telecinco y Cuatro después del canales para todos de la TDT, cuando cada gran grupo de comunicación recibió su parte. TVE perdió la publicidad para calmar a las privadas y las autonómicas defendían su papel frente a la promesa de televisión de cercanía de la TDT, que se reveló sólo un espejismo.
Ahora un duopolio privado con cuatro de cada cinco euros del negocio y más de la mitad de la audiencia dominará la televisión y a su público. Rajoy devuelve los toros y la dependencia informativa a RTVE y confía en los acuerdos de sus barones con las grandes productoras para privatizar los programas y la gestión de las autonómicas manteniendo el control político.
Ya va siendo hora de que la televisión deje de ser parte de la pelea política. La convergencia con internet, los móviles y las tabletas también ayudará a la independencia. Si es que para entonces queda algo que valga la pena salvar de un sistema cada vez más insoportable.
Columna en los diarios de Vocento