Sunday, March 14, 2004

La perplejidad lejana de los medios


Los medios tradicionales demuestran hoy en sus ediciones lo alejados que están de sus lectores, especialmente de los más jóvenes. Los medios en España están entre los menos confiables de Europa, como los políticos. Ante sucesos como los vividos estos días de dolor, y especialmente las protestas de ayer, demuestran porqué.
Estos años del plomo a los que los partidos y los gobiernos han sometido a los españoles tienen una de sus peores expresiones en la renovada filiación partidaria e interesada de los medios. La gran diferencia de los medios españoles frente a los de otros países de mayor hondura y tradición democrática no es su posición, legítima y provechosa para el debate, las ideas y la democracia, sino su falta de independencia.
Los lectores y oyentes quieren información, y también identificar sus propias posturas y argumentarlas, pero para realizar con rigor y profesionalidad esa labor, los medios deben ser independientes de los partidos y las personas que en un momento dado los dirigen.

La adscripción del periodismo debe ser sólo con la verdad y los ciudadanos. A partir de ahí, bienvenida sea cualquier postura ideológica fundamentada y que no conculque los derechos humanos, cívicos y políticos.
No es el caso de los medios españoles. Su adscripción partidaria y su instalación en lo más rígido del establishment les incapacita para entender reacciones como las provocadas por la matanza del 11-M.
Una gran mayoría de españoles está harta del terrorismo, el bastardo nuestro de ETA y cualquiera otro.
Una gran parte de los españoles deplora la continua utilización que unos y otros hacen de los muertos, el dolor y el miedo, de sus propios hombres y mujeres masacrados por los cobardes.
Una parte de los españoles cree que el politiqueo y la disputa barriobajera del poder público mandan sobre la idea de lo que debe ser un estado, de la construcción de una auténtica ciudadanía democrática y de la buena gestión de lo público: de la ley a las carreteras.
Algunos ciudadanos –de derecha e izquierda, españoles, vascos, catalanes o como se sientan– no reconocen en los políticos y los partidos a los que pertenecen las ideas, la ética, la humanidad y la voluntad que desearían en sus líderes.
Pero los medios están demasiado cerca, demasiado implicados en la lucha, tan sujetos a los intereses de unos y otros, que son incapaces de reconocer los hechos, de atisbar qué piensa esa gente que mira con escepticismo y preocupación las proclamas chuscas de unos, la soberbia de otros, las promesas pisoteadas de tantos, las mentiras poco disimuladas, el insulto constante a la inteligencia de muchos.

El infausto Alfredo Urdaci, condenado por manipulación informativa, y sus correligionarios alteraron ayer la programación nocturna de TVE para emitir Asesinato en febrero, una película de Elías Querejeta sobre el asesinato del socialista Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díaz Elorza, a manos de ETA.
Lo hizo cuando el ministro de Interior anunciaba que se había detenido a cinco presuntos islamistas y que los indicios señalaban a la responsabilidad del terrorismo islámico.
La Fundación Fernando Buesa, presidida por su viuda, lo tiene claro, ha emitido ya un comunicado de repulsa:
"No podemos admitir, ni aceptar, que la memoria de dos víctimas del terrorismo etarra se utilice de forma sectaria (...) con el fin de desviar la atención ante la reivindicación por el terrorismo islámico de los gravísimos atentados sufridos en Madrid el pasado jueves".
Por cierto que el ansia informativa de los anteriores días se perdió en TVE ayer, que no atendió a las comparecencias del ministro Ángel Acebes.
Quizá Urdaci estaba de fin de semana tras su maratón informativo del 11-M.

Escuchar Radio Nacional de España es atender a la repetición incesante de la consigna de que una supuesta extrema izquierda ha querido reventar las elecciones.

En El País, el diario de la izquierda formal (y exquisita), el editorial no pasa de calificar de "irresponsables" a los manifestantes de ayer.

En la Cadena Ser, la radio que acusada por muchos de alentar las manifestaciones de la jornada de reflexión, la información insistía en las sombras del Gobierno y su gestión de la información sobre la investigación del atentado.
La opinión de los contertulios concentrados en su programa especial derivó en alarma conforme subía el número de manifestantes en muchas ciudades y todavía más cuando se confirmó la llamada a una gran manifestación a medianoche en la Puerta del Sol, que siguieron varios miles de personas y se prolongó hasta las tres de la madrugada, con silencio ante la Estación de Atocha y el Congreso de los Diputados.
Entonces las críticas al Ejecutivo de Aznar abrieron paso a un llamamiento a la desmovilización que no fue escuchado.
Los contertulios y responsables de la Ser se dieron cuenta entonces de su falta de control e influencia sobre los que marchaban.

El diario El Mundo amaneció hoy con su peor cara, con un Pedro J. Ramírez de oficiante áulico de un pacto PP/PSOE si no hubiera mayoría clara. Pedro J. apuesta a rojo y a negro en una jugada muy repetida.
En la información sobre las elecciones se subraya la difícil posición del Gobierno y su mala gestión de la información de la crisis terrorista.
El Mundo carga, con algo de envidia, contra Prisa por su presunta responsabilidad en la situación.

En ABC, su director, José Antonio Zarzalejos, culpa a la "sedicente izquierda intelectual y mediática" de "enturbiar hasta límites de indignidad las horas más trágicas de la historia democrática de España".
La mirada no pasa de la lucha politicoperiodística de los responsables de los grandes medios, instalados en las ideas, comportamientos y perspectiva del poder.
La voluntad de "deslegitimación" de la que acusa a la izquierda olvida los gritos de pucherazo de Javier Arenas en el balcón de Génova cuando el PP no llegó a desalojar a Felipe González de La Moncloa.
Deslegitimación era hoy una palabra muy repetida en medios y personas de la derecha, quizá atemorizados por un posible vuelco electoral.

En El Periódico, Carlos Carnicero, uno de ésos mentados por el director de ABC, escribía sobre los móviles y planteaba preguntas al Gobierno y a los socialistas.

Desde el extranjero, la BBC resume:
"Mientras los diarios pro gubernamentales advierten a la oposición sobre el intento de explotar la tragedia para su ventaja electoral, los más indepedientes o que respaldan a los socialistas tienden a ser menos partidarios, aunque critican al Gobierno".

¿Merecen los ciudadanos estos medios? ¿Puede cumplir el periodismo su compromiso con la verdad y su papel cívico con este comportamiento y estas filiaciones?
Muchos acontecimientos, los datos de audiencia de espacios informativos y la difusión de los diarios indican que es necesaria y urgente una reflexión, pase lo que pase hoy.