Las buenas noticias no son noticias, como dice el viejo adagio periodístico. Y para ejemplo, un par de opas hostiles como las de
E.ON y Gas Natural sobre Endesa. Pero las malas noticias son buen negocio, sobre todo si el apoyo a un comprador u otro sirve para aumentar la factura publicitaria.
El Mundo y
El País lo saben y aprovechan. Son los pecados del
periodismo corporativo que no pasan desapercibidos para
periodistas y
lectores.