Otro 12 de octubre. Otra Fiesta Nacional, antes Día de la Hispanidad en recuerdo del arribo de Colón a América. Otro desfile militar, aunque con menos soldados y armamento por la crisis. Los tanques por las calles de Madrid y pitos para el presidente del Gobierno.
¿Es así como se debe celebrar una fiesta civil?
Es hora de desmilitarizarla. Si de lo que se trata es de "recordar solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social común", como señala la Ley 18/1987, de 7 de octubre, que establece el Día de la Fiesta Nacional, el ejército no es la institución más adecuada para representar esa memoria ni ese patrimonio.
El desfile militar del 12 de octubre es un anacronismo, herencia del franquismo y su decreto de 1958 que instituía el Día de la Hispanidad.
Su historia comienza antes, desde que el sacerdote Zacarías de Vizcarra lo propusiera en 1926. La fiesta, celebrada en España y casi todos los países de Latinoamérica, fue resucitada y popularizada por Ramiro de Maeztu y adoptada como símbolo imperial por los falangistas en plena guerra civil.
La excesiva presencia del ejército es la huella de su origen y de tiempos donde el poder del Estado se asentaba sobre su fuerza militar, más dirigida contra sus propios ciudadanos que para evitar agresiones externas.
El Día de la Hispanidad, instituido como fiesta nacional por un real decreto en 1981 perdió su denominación merced a un conflicto planteado por la Generalitat de Catalunya en 1982.
El 12 de octubre quedó en fiesta nacional a secas. En la ley que la instaura se indica que "la fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos".
Y la solemnidad con la que se quiere celebrar no debería confundirse con el militarismo. La Fiesta Nacional debería ser el momento para celebrar esa pluralidad cultural y política del Estado. Un momento de celebración ciudadana y de reconocimiento de esa riqueza, lo que podría acabar también con los recelos nacionalistas de catalanes y vascos.
Para el ejército está el Día de las Fuerzas Armadas y para la conmemoración política de la democracia, el Día de la Constitución.
No es La Roja, como dice Isaac Rosa, quien debe representar a los ciudadanos en este día. Y tampoco un ejército que afortunadamente hoy es profesional y ya no está sujeto a las ideas de la dictadura ni de su herencia, tanto tiempo aferrada en los símbolos de los cuarteles.
Desmilitarización, reconstrucción de la efeméride como auténtica fiesta cívica, plural y democrática. Un día para conocernos y respetarnos todos, sin tanques ni carneros al paso. Un día para ciudadanos con historia común y muchas otras para compartir.